Córdoba (Argentina), 24 de Febrero de 1970.
Nada de especial hubiese sucedido, de no haber sido descubierto por la maestra de grado dibujando en sus cuadernos de clase. Hacía sus anotaciones rápidamente y de inmediato. En los espacios que quedaban libres, se disponía a reproducir personajes que solía ver en la televisión. Así fue que, por recomendación de la escuela y para aplacar la intensidad de su carácter, a los diez años fue inscrito en la Escuela Provincial de Bellas Artes Dr. José Figueroa Alcorta, espacio donde estudió dibujo y pintura.
Eso implicaba llevar doble escolaridad, ocupando su tiempo desde bien temprano en la mañana hasta entrada bien la tarde. Allí conoció nuevos ambientes y compartió con compañeros que venían de las más diversas realidades. Los nuevos profesores, además de indicarle el correcto uso de los lápices y los aceites a la hora de mezclarlos con la trementina para preparar los óleos, fueron enseñándole diferentes maneras para observar la realidad e intentar reproducirla. En esos años infantiles fue forjándose un contacto directo con lo imaginario, alimentando día a día la confianza en intentar reproducirlo.
Pero luego sumó experiencias en otras ramas del arte, tales como el teatro, el cine.
Cuando surgió la posibilidad de actuar en obras de teatro, también incursionó en áreas como vestuario y maquillaje. Dentro de ese ambiente teatral conoció estudiantes y críticos de cine, lo cual despertó su pasión por contar historias con imágenes en movimiento. En 1987, sintió que era el momento adecuado para reunir a otros jóvenes de su edad y formar el Grupo Lautrec, grupo con el que realizó video-films que escribía, producía y dirigía.
Poco más tarde, sin haberlo planificado, llegó la literatura.
Haber escrito por años los guiones para sus realizaciones audiovisuales significaba una exhaustiva práctica literaria que lo animó a hacer el intento. El camino estaba a medio andar, pero faltaba la entereza para completar un texto lo suficientemente respetable como para ser presentado a un público que, sin dudas, escudriñaría cada párrafo.
Sus primeras publicaciones fueron El último consuelo, en 1999; Cuadernos de la Intimidad, en 2005; y más tarde La Mansión, en 2010.
Tanto en sus relatos cortos como en sus novelas, pone en evidencia sus intenciones de búsqueda filosófica, retratando historias siempre relacionadas con la eternidad. Una característica de su narrativa es el trabajo exhaustivo para recuperar el lenguaje y forzar cada vocablo hasta conseguir transmitir lo deseado.
En 2013 su novela «La hija de jardín» quedó finalista en el Premio de Novela Fernando Lara (España).
Desde 2010 tiene su residencia en Brasil.
En febrero de 2014, la Academia Brasileña de Ciencias, Historia y Literatura le otorgó el Diploma del Mérito Cultural y la Medalla Victor Brecheret por su empeño y dedicación, distinguiéndose entre sus pares, contribuyendo de esa forma al desarrollo del país.
